domingo, 6 de enero de 2013

Cómo los Musulmanes Mataron a Drácula


Cómo los Musulmanes Mataron a Drácula

Lo que realmente pasó

Autor: Shibli Zaman
Traducción: Centro de Estudios AlQūrtubi



Nacido en el principado otomano de Valaquia, Rumania en 1435 d.C., era conocido como Radu al III-lea cel Frumos entre sus compatriotas rumanos, Yakışıklı Radu Bey para los turcos, Radu al-Wasim para los árabes, y Radu the Handsome (el apuesto) en inglés. Este aliado y amigo de la niñez del Sultán Mehmet II fue decisivo en la conquista de Constantinopla para el Islam. La participación de Radu en la conquista le valió a Mehmet II pasar a la historia como el “Fatih” o “Conquistador”. Radu era el arma secreta de los otomanos en contra de los safávidas al este, y los serbios, rumanos y húngaros al oeste. El mundo musulmán le debe mucho a este héroe del Islam, aun así poco se registró aparte de breves referencias de él, quizás por miedo de quitar protagonismo al Fatih Sultán Mehmet. Los bizantinos registraron a Radu como un vituperado déspota debido al odio que generó su conversión al Islam y su papel determinante para finalizar con el imperio bizantino.

Sin embargo, este general otomano tuvo una batalla aun mayor, una batalla contra la oscuridad. Él busco por todas partes al mismísimo progenitor de la leyenda vampiro que empalaba a sus enemigos y bebía su sangre  – Vlad al III-lea Ţepeş, también conocido como Vlad Drăculea, quien pasaría a la infamia como, simplemente, Drácula. El personaje del profesor Abraham Van Helsing no fue más que producto de la increíble imaginación de Bram Stoker, mas Sultán Mehmet II y Radu cel Frumos fueron, quizás, los primeros y únicos verdaderos cazadores de vampiros de la historia.

Hermanos de Sangre

Volviendo atrás, la devoción de Radu hacia el Islam y hacia el Sultán Mehmet II podría rastrearse hasta la alianza política entre sus respectivos padres. Vlad II de la Casa Drăculeşti (Casa del Dragón) era un aliado y vasallo del padre del Sultán Mehmet, El Sultán Murad II. Vlad II tenía 4 hijos: Mircea II, Vlad IV Călugărul (“El Monje”), Vlad III quien posteriormente sería conocido como Drácula, y Radu III cel Frumos (“El Apuesto”). Como gesto de unidad con el Sultán, Vlad II ofreció sus hijos, Drácula y Radu, en servicio al sultán otomano. Bajo la tutela de los jenízaros, ambos estudiaron el Corán, el árabe, el turco, el persa, teología islámica y jurisprudencia, y sobretodo se distinguieron en la estrategia militar turca y tácticas de guerra.

Las fuerzas especiales otomanas que sostenían un estatus más alto tanto militar como socialmente que las filas y rangos eran los jenízaros y los sipahis. Los jenízaros eran no solo la élite de infantería de la milicia otomana sino también los guardaespaldas personales del Sultán y su familia. Los sipahis eran la élite de caballería que rodeaba al Sultán en batalla y eran enviados a tratar con los más tercos de los adversarios. Ellos eran los comandos y fuerzas especiales de entonces. A pesar que los sipahis eran exclusivamente de origen turco por requerimiento expreso del mismo Sultán Mehmet II en su libro de ley llamado Kanun Nameh-e-Sipahi (“Libro de ley de los sipahis”), los jenízaros, en cuyos rangos se encontraban Drácula y Radu eran, contrariamente, conversos al Islam.

El joven Drácula continuamente abusó y se rebeló contra sus anfitriones ganándose aprisionamiento y castigo. Debido a la pesada mano de los turcos en respuesta a su insolencia, desarrolló una compleja serie de rencor. Odiaba a su padre por aliarse con los turcos, lo cual veía como una traición a la Orden del Dragón, a la que su padre había jurado fidelidad. La Orden del Dragón era una fraternidad cristiana cuyo único objetivo era erradicar el Islam de la península balcánica para siempre. Drácula odiaba a Radu por sus éxitos y los favores que los turcos le envestían. Estaba imbuido de celos del entonces joven Mehmet II quien, al igual que él, era un príncipe, pero a diferencia de él, fulgurante en esplendor. También tenía celos de sus hermanos Mircea y Vlad el Monje debido a lo que él percibía como preferencia de su padre por ellos. Sin embargo sus sentimientos hacia Mircea vacilaban entre celos y temor reverencial. Es de él que el joven Drácula aprendió la táctica de terror de empalar a miles para crear bosques de muertos.

Radu permaneció fiel al Islam y al Sultán y pasó su vida entera batallando en las fronteras del gobierno otomano, subyugando a los más fieros enemigos del imperio. Su natural habilidad para la batalla no tenía comparación incluso entre los jenízaros y la elite sipahi de la milicia otomana; frecuentemente era requerido para someter cualquier enemigo que parecía infranqueable. Se reporta que cambió el curso de la historia de oriente próximo al detener a los poderosos Ak Koyunlu de invadir a los otomanos, un evento que, de haberse producido, habría cambiado definitivamente la faz tanto de Europa como de Medio Oriente hoy. Por esta razón fue llamado para afrontar la amenaza de su natal Valaquia que ni la élite jenízara ni los sipahis pudieron encaminar.

La Conquista de Constantinopla

“En el día tercero después de la caída de nuestra ciudad, el Sultán celebró su victoria con grandioso y regocijante triunfo. Proclamó: los ciudadanos de todas las edades que lograron escapar a la detección debían dejar sus escondites a lo largo de la ciudad y salir a campo abierto, ya que se les permitiría permanecer libres y no se les interrogaría. Más adelante declaró la restauración de casas y propiedades a aquellos que habían abandonado la ciudad antes del asedio, si regresaban a casa, serían tratados de acuerdo a su rango y religión, como si nada hubiese pasado”. (George Sphrantzes, 1401-1478, cronista bizantino cristiano y testigo de la caída de Constantinopla).

Era un tiempo de alivio y regocijo. Fue un alivio para los habitantes de Constantinopla que esperaban una rápida eliminación selectiva seguida a la caída de su ciudad. Fue una época de celebración para todo el mundo musulmán por esta conquista histórica de una ciudad que ha permanecido hasta el día de hoy como la capital de los turcos. Aun así, al momento de entrar victorioso en la ciudad, solo un vistazo a su amigo de infancia y jefe de los jenízaros, Radu cel Frumos hijo de Vlad II duque de Valaquia, pudo haber servido al Sultán Mehmet II como sobrio recordatorio de que al norte, más allá del botín de Bizancio, sus más fieros enemigos yacían a la espera. Entre tales enemigos se encontraba el más temido de todos, Drácula, nadie más y nadie menos que el mismo hermano de Radu.


El surgimiento de Drácula

La traición oportunista era el estilo de los regentes de Valaquia y en una de aquellas transitorias traiciones Vlad II silenciosamente permitió que sus hijos mayores, Mircea y Vlad IV, desataran una insurrección tras la cual Mircea empaló en estacas a todos sus prisioneros. Al joven Drácula le encantó ver esto y más tarde se unió a Mircea en posteriores insurrecciones tanto contra los otomanos como contra el clan rival Dăneşti apoyado por el caudillo húngaro, John Hunyadi. Al final, Hunyadi derrotó al padre de Drácula, asesinándole en los pantanos de Bălteni y cegando y enterrando vivo a Mircea en Târgovişte. Hunyadi instaló un príncipe Dăneşti, Vladislav II, en Valaquia. En su deseo y ambición de poder, Drácula dejó de lado sus sentimientos de venganza por los asesinatos de su padre y su hermano y se alió con Hunyadi, sirviéndole como consejero. Cuando John Hunyadi fue a enfrentar a los turcos en Belgrado en la moderna Serbia, Drácula atacó y asesinó a Vladislav, tomando el trono para sí mismo. Para su fortuna, una plaga irrumpió en el campamento de Hunyadi, infectándole y causándole la muerte. El Sultán Mehmet fue gravemente herido en batalla. Estos eventos permitieron que Drácula gobernara en Valaquia ininterrumpidamente durante seis años. Fue el único tiempo en que gobernaría su patria por  largo rato.

El Empalador

“He matado a hombres y mujeres, viejos y jóvenes… Matamos a 23.884 turcos y búlgaros sin contar aquellos que quemamos en sus casas o cuyas cabezas no fueron cortadas por nuestros soldados”. (Drácula, en una carta a Matthias Corvinus alardeando de su tiranía).

A medida que el Sultán Mehmet se aproximaba a lo que parecía un fétido y escueto bosque de árboles putrefactos, se dio cuenta del horror que se avecinaba. Estaban tan cerca de su destino – Târgoviște, capital de Valaquia – que no estaba de ánimo para tan desconcertante escena. Sin embargo las figuras se hicieron más claras a medida que la rebeldía crecía en los corceles de la caballería y la infantería sentía nauseas. Ante él yacían 20.000 cuerpos empalados de hombres, mujeres y niños inocentes, todos víctimas de Drácula en aquel nefasto invierno de 1462.

La crianza musulmana de Drácula, aunque abandonada en deferencia por el oportunismo, y su afluencia en el idioma turco le permitieron transitar libremente por los campamentos turcos más resguardados sin ser notado. Esto tuvo consecuencias mortales para los musulmanes. Drácula había ingresado a Serbia con todos sus hombres vestidos como sipahis turcos, asesinando a todos los aldeanos musulmanes, así como a todo aquel simpatizante no musulmán que pudieron hallar. La intención era dejar un horripilante recuerdo al Sultán Mehmet ya que sabían que pronto vendría a tomar su ciudad capital. Erigieron tal impío monumento en un intento de alarmar al Sultán y aterrorizar sus tropas con la esperanza de que dieran la vuelta y se marcharan al sitio de donde vinieron.

Lo que es notorio es que no hay registros de deserción masiva de tropas otomanas después de presenciar aquello. Perseveraron resueltamente. Sin embargo algunos historiadores han sugerido que Sultán Mehmet II perdió el interés por cazar al “vampiro” después de la invasión a Valaquia y dejó la tarea al único capaz de cazar y matar a Drácula. Luego de tomar Târgoviște, capital de Valaquia, Mehmet regresó a casa y dejó la persecución a Radu. Después de todo, se requería a alguien que conociera la mente de Drácula para derrotarle, y nadie llenaba las expectativas más que su propio hermano.

Este evento le ganó a Drácula el nombre de Vlad Ţepeş, palabra rumana “Ţepeş” que significa “empalador”. La leyenda sostiene que si miras la palabra de cerca puedes ver los colmillos de Drácula colgando debajo, como advertencia oculta de la terrible sed de sangre del vampiro.


Radu vs. Drácula: Hermanos de Sangre

Al ser tomada Târgoviște, Drácula escapó hacia Transilvania con la esperanza de encontrar refugio con el hijo de John Hunyadi: Matthias Corvinus. Como era típico del oportunismo de Drácula y su falta de reverencia por la religión, le ofreció convertirse al catolicismo con el fin de conseguir el favor de Corvinus. Azotó la tierra y asesinó a todo ser viviente que encontró en su camino dejando una estela de desolación y cuerpos empalados retorcidos. No estaba dispuesto a resignar fácilmente su tierra a los musulmanes. Empezó una beligerante campaña de guerrilla que la elite sipahi otomana no pudo resistir. Se dice que asesinó a 15.000 soldados otomanos en una sola noche. Aun así, Radu no se dejó intimidar según parece motivado por lo que únicamente puede ser interpretado como una piedad austera, para dar fin al reino sangriento de su infortunado y extraviado hermano. Nadie se quedó a combatir a Drácula excepto Radu y sus coterráneos jenízaros.

Los hermanos disputaron persistentes batallas por el trono de Valaquia y el control de Radu de la región crecía apabullantemente ya que Drácula recibía cada vez menos apoyo de Matthias Corvinus en Hungría. En un improvisto giro del destino, Corvinus, aquel en quien Drácula se refugió, lo sentenció a prisión por doce años bajo cargos de traición grave. La gente de Valaquia y sus nobles cristianos ya habían tenido suficiente del terror de Drácula y pusieron su voto en Radu quien fue nombrado Voivod, príncipe y regente de Valaquia en 1462. Radu gobernó la tierra prósperamente durante once años hasta su muerte, mientras que Drácula consumido en una prisión en Budapest aguardaba pacientemente para de nuevo surgir de las tinieblas.


La Liberación de Drácula y la Batalla Final

Tras la muerte de Radu en 1473, Drácula fue puesto en libertad. De inmediato juntó un ejercito e invadió Bosnia, masacrando allí a la población musulmana y empalando en estacas a 8.000 en bosques de cadáveres humanos. Una vez más, Drácula había resurgido de las tinieblas con el objetivo de eliminar el Islam de los Balcanes para siempre. Finalmente logró el trono de Valaquia tras la muerte de su hermano, pero solamente por un mes. Sultán Mehmet invadió Valaquia para remover la profanación del trono que su querido amigo Radu había dejado vacante. En 1476 las fuerzas del Sultán Mehmet enfrentaron las huestes de Drácula en Bucarest, Rumania. El ejército de Drácula sucumbió en un parpadeo y todos fueron dados de baja incluyendo al mismo Drácula. El vampiro había sido liquidado. Las noticias del hecho no dieron abasto. Su cabeza fue cortada y preservada en un jarro de miel y posteriormente enviada a Constantinopla. Allí, en un final acorde, la cabeza de Drácula fue a la picota en el centro de la ciudad para vista de todos. No hubo lugar a duda ni a misterio.

Los musulmanes, al fin, habían matado a Drácula.

El presente artículo fue inspirado en el documento de la página web  www.piensaislam.com/inicio/news.php?id=71
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Referencias

-Dracula: Essays on the Life and Times of Vlad Ţepeş, Kurt W. Treptow
-Vlad III Dracula: The Life and Times of the Historical Dracula, Kurt W. Treptow
-The Complete Dracula, Radu Florescu, Raymond T. McNally
-Vlad Ţepeş, Prince of Walachia, Nicolae Stoicescu
-Tarikh al-Dawlah al-`Uthmaniyyah  fi-l `Usur al-Wusta (Arabic), Dr. Mahmud al-Huwayri
-Al-`Uthmaniyin fi-l Tarikh wal-Hadharah (Arabic), Dr. Muhammad Harb
-Tarikh al-Dawlah al-`Uthmaniyyah (Arabic), Dr. Ali Hassoun
-Al-Sultan Muhammad al-Fatih (Arabic), Dr. Sayyid Ridwan `Ali

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Con un Trapo en la Cabeza

CON UN TRAPO EN LA CABEZA

Por: Sherezada Onirica Viajera (Karonlains)



Cuando uno recupera la decencia, empieza a ver las cosas de manera distinta. Por ejemplo: lo que antes era un vestido bonito en tu armario, de repente se convierte en una camisa larga, y surge la pregunta: “¿Cómo es que yo me ponía esto sin nada debajo?”

Esta nueva visión de las cosas no es algo premeditado, es parte de un proceso, como cuando el cabello crece: no se siente, pero se ven los resultados. Es una trasformación que vive la musulmana en medio de su reversión, natural y en ocasiones fácil. También es una de las que tiene más repercusiones sociales: el vestuario, el maquillaje, los accesorios, la forma de comportarse… Todo se trasforma en una actitud de modestia que en ocasiones choca con lo que la gente está acostumbrada, solo porque un buen día sientes que ya no necesitas licras ajustadas o escotes amplios para ser mujer. Algo dentro de ti cambia y tus muslos, senos, cintura, tu cuerpo en general deja de ser una pieza en exhibición, para convertirse en parte integral de lo que eres, y ante todo, una parte respetable. Dejas de creer que “la que no muestra no vende” para preguntarte: “¿Acaso estoy en venta?”

En medio de ese proceso está el Hiyab, que puede ser usado todo el tiempo o sólo en algunos momentos, pero que representa una actitud frente a la vida y la exteriorización de un sentimiento interno y profundo: revela un proceso que se está viviendo o que ya culminó en la vida de la creyente.

En Egipto, una de las primeras cosas que noté fue la apariencia femenina: si bien muchas mujeres usan Hiyab (Alhamdulillah), hay otras que tienen un bonito trapo en la cabeza. Y he visto trapos de colores, con letricas, con adornos, grandes, pequeños, pañuelos, moñitas y un sinfín de cositas. Aquí he sentido la diferencia entre usar Hiyab y taparse el pelo con tela.

Cuando llegué me advirtieron que no podía salir a la calle sin Hiyab, pero no me dieron una razón islámica, no me hablaron de la sumisión a la voluntad Divina, ni del recato, ni del decoro, que es lo que nos manda Allah:

Y diles a las creyentes que recaten sus miradas, se abstengan de cometer obscenidades, no muestren de sus adornos más de lo que está a simple vista…” (La Luz: 31).

En su lugar, me explicaron que aquí los hombres tratan a las mujeres sin velo como si fueran prostitutas, así que para evitar inconvenientes en el trato (sobre todo teniendo en cuenta mi apariencia extranjera) es mejor que me cubra.

Esta recomendación (que me hicieron con la mejor intención) me llevó a reflexionar acerca del velo en este país, y es que aquí su uso es más tradicional que vocacional. Quiero decir: algunas mujeres (no todas, Alhamdulillah) no usan Hiyab sino que se ponen un trapo en la cabeza, porque así lo impone su tradición, la costumbre del país, porque es una exigencia paterna, porque deben camuflarse en la sociedad o de lo contrario las miran como bichos raros… Pero definitivamente, el hecho de que lleven tela cubriendo el cabello no hace que tengan recato ni modestia. He visto mujeres llevando un trapo en la cabeza, pero luciendo uno de esos vestidos respecto a los cuales el recato grita que son camisas, o pantalones a los que la decencia clasifica como medias veladas.

En medio de este panorama, recordé a mis hermanas en Latinoamérica que viven una situación contraria: allá cubrirse es el inconveniente. Muchas usan Hiyab permanentemente y por eso enfrentan graves problemas: pierden el trabajo, pelean con sus familiares, confrontan compañeros de estudio, son rechazadas por sus propios padres, etc., todo porque tienen una verdadera necesidad de adorar a Allah y someterse a Su voluntad.

Conozco hermanas que hicieron shajada y al otro día Allah les dio la fortaleza para usar Hiyab siempre, otras que apenas están recorriendo el camino para encontrar esa fortaleza y respuesta a muchas preguntas en sus vidas diarias, otras que llevan algún tiempo en el Islam y en su camino encuentran que por diferentes motivos, todavía no pueden usar Hiyab de manera permanente y prefieren tomar siempre una actitud de modestia, aun cuando no cubran su cabello. Estas hermanas no sólo enfrentan su propio proceso, sino la crítica de muchos que las señalan como personas faltas de fe, mujeres que no deberían estar en el Islam, las desacreditan y les lanzan acusaciones graves que ellas deben sobrellevar con paciencia y tranquilidad.

Todas debemos vivir nuestros caminos y tomar decisiones. Todas son actitudes, puntos de vista y decisiones diferentes. Cada cual tiene sus razones y es algo que debemos recordar, no sólo para las hermanas sino también para los hermanos, porque en ocasiones se olvidan de que sólo Allah es quien juzga las acciones y las intenciones de nuestro corazón:

Abdullah Ibnu Utbah Ibnu Masud (P) narró que escuchó a ‘Omar Ibnu Al-Jattâb (P) decir: ‘En vida del Profeta (B&P) la revelación describía el estado de la gente. Ahora, desde que la revelación ha terminado, nosotros consideraremos a las personas según sus acciones visibles. A quien se muestra bueno lo tomamos como tal, lo aceptamos, no indagamos acerca de sus intenciones ocultas o motivos; Allah juzgará sus intenciones ocultas y lo llamará a declarar. A quien exhibe o muestra algo malo, no lo aceptamos y no le creemos, aunque afirme que su intención es buena.” [Al-Bujari]

Abu Abdullah Tariq Ibnu Ushaim (P) dijo: “Escuché al Mensajero de Allah (P&B) decir: ‘Quien afirma que no existe divinidad salvo Allah y rechaza todo lo que se adora fuera de Allah, ha asegurado su vida y sus bienes, y su juicio le corresponde a Allah’.” [Muslim]

El punto es que el Hiyab no sólo es una tela sobre el pelo sino muchísimo más, representa decoro y sumisión, y en el caso de las hermanas revertidas, también es el símbolo de un proceso interior, un camino recorrido. Por eso es importante entender la diferencia entre tener un pañuelo en la cabeza y un Hiyab.

En mi opinión, el verdadero Hiyab consiste más en una actitud frente a la vida que en los metros de tela que se tengan en la cabeza. En ocasiones he visto mujeres vestidas con recato y moderación sin llevar un centímetro de tela en su cabello, que proyectan una actitud musulmana; otras que llevan el Hiyab correcto: sobre el cabello y dentro de su corazón; y otras que aunque no se les vea el cabello, su actitud no corresponde a un Hiyab.

Recordemos que Allah lo ha dicho en el sagrado Corán:

"Os hemos proporcionado (dos clases de vestidos). Uno (el convencional) es para el recato de vuestra desnudez y para lucimiento. Pero el otro, el más efectivo, es el de sentir la permanente presencia de Dios con vosotros, es el más útil y trascendental ropaje." (El muro divisorio: 26)

De nada sirve que nos cubramos con tela si sentimos que eso es tan sólo un disfraz para eventos sociales. El Hiyab debe estar primero en el corazón y en la actitud, luego en la cabeza, cubriendo el aura de la mujer y no sus ideas u opiniones.

El cambio que enfrenta una mujer musulmana en nuestra sociedad es fuerte y profundo, y el Velo es parte integral de este. El camino para usarlo puede ser largo y maratónico o una carrera de velocidad. Sea cual sea, no vale la pena esperar a venir a un país de medio oriente para usar el Hiyab, porque el Velo es mucho más que tela en la cabeza: es actitud, reflexión, moderación, recato, una cantidad de cosas que van más allá de la tela pero que definitivamente se reflejan en esta.

Y Allah y su mensajero saben más.




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