domingo, 25 de enero de 2015

Creciendo con dos mamás


CRECIENDO CON DOS MAMÁS:
EL DESCONOCIDO PUNTO DE VISTA DEL HIJO


Por: Robert Oscar López, escritor y profesor de inglés en la Universidad Estatal de California, Estados Unidos.

Los niños de parejas del mismo sexo tienen un duro camino frente a ellos. Yo lo sé bien, porque he estado ahí. La última cosa que deberíamos hacer es hacerlos sentir culpables si sufren estrés o se sienten extraños.
Entre 1973 y 1990, cuando mi amada madre falleció, ella y su pareja romántica femenina me criaron. Ellas tenían casas separadas, pero pasaban prácticamente todos los fines de semana juntas, conmigo, en un remolque discretamente ubicado en un parque de remolques a cincuenta minutos de la ciudad donde vivíamos. Siendo el menor de los hijos biológicos de mi madre, fui el único que experimentó la infancia sin la presencia de mi padre.


Después que los hijos de la pareja femenina de mi madre se fueron a la universidad, ella se mudó a nuestra casa en la ciudad. Viví con ellas dos durante una breve temporada hasta que mi madre murió a la edad de 53. Yo tenía 19 años. En otras palabras, fui el único de los hijos que experimentó la vida bajo la “crianza homosexual” como se entiende hoy día.


Sencillamente crecer con padres homosexuales fue muy difícil, y no debido a los prejuicios de los vecinos. La gente en nuestra comunidad en realidad no sabía lo que pasaba en la casa. Para la mayoría de los demás, yo era un niño bien criado con muy buenos logros, que estaba terminando la secundaria con las mejores calificaciones.


Sin embargo, por dentro yo estaba confundido. Cuando la vida en tu hogar es tan drásticamente distinta de la de todos los que te rodean, en una forma fundamental que choca las relaciones físicas básicas, creces extraño. Yo no tenía ningún desorden mental ni enfermedad biológica. Simplemente, crecí en una casa tan fuera de lo común que estaba destinado al ostracismo social.


Mis compañeros aprendieron todas las normas no escritas sobre el decoro y el lenguaje corporal en sus hogares; ellos entendían qué era apropiado decir en ciertas situaciones y qué no, y aprendieron mecanismos sociales tradicionalmente masculinos así como los tradicionalmente femeninos.


Incluso si los padres de mis compañeros eran divorciados (y muchos lo eran), ellos seguían viendo modelos sociales masculinos y femeninos. Ellos aprendieron, normalmente, cómo ser audaces y resueltos, a partir de figuras masculinas, y cómo escribir cartas de agradecimiento y ser sensibles, a partir de figuras femeninas. Estos eran estereotipos, por supuesto, pero estereotipos que resultan útiles cuando inevitablemente dejas la seguridad del remolque de tu madre lesbiana y tienes que trabajar y sobrevivir en un mundo donde todo el mundo piensa en términos de esos estereotipos, incluyendo a los homosexuales.


Yo no tenía ninguna figura masculina qué seguir, y mi madre y su pareja eran diferentes a los padres y a las madres tradicionales. Como resultado, yo tenía muy pocas pistas sociales reconocibles qué ofrecerles a potenciales amigos hombres o mujeres, ya que no era sensitivo con los demás ni tenía confianza en mí mismo. De modo que rara vez hacía amistades y fácilmente me aislaba de los demás. Las personas homosexuales que crecieron en hogares con padres estrictos pueden haber luchado con su orientación sexual, pero cuando se trata de lidiar con el vasto universo social de adaptaciones que no tienen que ver con la sexualidad (cómo actuar, cómo hablar, cómo comportarse), tienen la ventaja de haberlo aprendido en casa. Muchos homosexuales no se dan cuenta de la bendición que ha sido para ellos haberse criado en un hogar tradicional.


Mi vida familiar no era tradicional ni convencional. Sufrí a causa de ello, en formas que son difíciles de catalogar por parte de los sociólogos. Tan nervioso como directo y franco, más tarde parecería extraño incluso ante los ojos de adultos homosexuales y bisexuales que tenían muy poca paciencia para alguien como yo. Yo les resultaba tan extraño a ellos como a la gente heterosexual.


La vida es difícil cuando eres extraño. Incluso en la actualidad tengo pocos amigos, y a menudo pienso que no entiendo a la gente debido a las señales tácitas de género que todos a mi alrededor, incluyendo a los homosexuales criados en hogares tradicionales, dan por supuestas. Aunque trabajo duro y aprendo rápido, tengo problemas en ajustes profesionales debido a que mis colegas me encuentran extraño.


En términos de sexualidad, los homosexuales que son criados en hogares tradicionales se benefician de al menos ver algún tipo de rituales de cortejo a su alrededor. Yo no tengo idea de cómo hacerme atractivo para las mujeres. En cuanto ponía un pie fuera del remolque de mi madre, era etiquetado de inmediato como paria debido a mi amaneramiento, mi ropa extraña, mi ceceo y mi extravagancia. No es de sorprender que terminé la secundaria en castidad, sin haber tenido nunca una novia, a pesar de haber asistido a cuatro bailes de graduación como chaperón de fiesta para chicas que solo querían alguien que pagara la limosina.


Cuando fui a la universidad, entré en los radares de todos los que identifican a los gay, y el grupo LGBT del campus pronto me abordó para decirme que con toda certeza yo era homosexual. Cuando me declaré bisexual, ellos le dijeron a todo el mundo que yo estaba mintiendo, y que simplemente aún no estaba listo para salir del clóset como gay. Atemorizado y traumatizado por la muerte de mi madre, abandoné la universidad en 1990 y caí en lo que solo puede denominarse el submundo gay. Allí me ocurrieron cosas terribles.


No fue hasta los veintiocho años que me encontré de repente en una relación con una mujer, a través de coincidencias que conmocionaban a todos los que me conocían y que me sorprendían a mí mismo. Me autodenomino bisexual porque necesitaría escribir muchas novelas para explicar cómo me “enderecé” después de casi treinta años como homosexual. No me apetece enfrentarme a activistas homosexuales señalándome y criticándome en la forma en que lo hacen en sus misiones de buscar-y-destruir contra exhomosexuales, “casos de clóset” u homosexuales conservadores.


Aunque tengo una biografía particularmente relevante para asuntos homosexuales, la primera persona que me contactó para agradecerme por compartir mi perspectiva acerca de temas LGBT fue Mark Regnerus, en un correo electrónico fechado el 17 de julio de 2012. Yo no formé parte de su encuesta masiva, pero él se interesó en un comentario que dejé al respecto en un sitio web y tuvo la iniciativa de comenzar una correspondencia virtual conmigo.


He vivido cuarenta y un años y nadie (y mucho menos los activistas homosexuales) me ha buscado para hablar con honestidad acerca de los complicados retos gay de mi vida. Solo por eso, Mark Regnerus merece ya un crédito enorme (y la comunidad homosexual debería darle crédito en lugar de tratar de silenciarlo).


El estudio de Regnerus identificó a 248 adultos que crecieron con padres que tuvieron relaciones románticas con parejas del mismo sexo. Ofreció la oportunidad de dar respuestas francas con la visión retrospectiva de la adultez, y ellos dieron reportes nada favorables a la agenda de la igualdad del matrimonio homosexual. Además, esos resultados están respaldados por una cosa muy importante en la vida, denominada sentido común: Crecer diferente a la demás gente es difícil, y estas dificultades elevan el riesgo de que los niños desarrollen desequilibrios o se auto mediquen con alcohol y otros comportamientos peligrosos. Cada una de esas 248 es una historia humana, sin duda con muchas complejidades.


Al igual que la mía, las historias de esas 248 personas merecen ser contadas. El movimiento gay está haciendo todo lo posible para asegurarse de que nadie las escuche. Pero me preocupan más las historias que los números (en especial como profesor de inglés), y Regnerus se tropezó inconscientemente con un baúl lleno de tesoros narrativos.


Entonces, ¿por qué el código de silencio de los líderes LGBT? Solo puedo especular desde mi perspectiva. Aprecio la memoria de mi madre, pero no endulzo las palabras al hablar sobre cuán difícil fue crecer en un hogar homosexual. Estudios anteriores examinaron a niños que aún estaban viviendo con sus padres homosexuales, de modo que estos niños no tenían libertad para hablar, gobernados como todos los niños por la piedad filial, la culpa y el temor de perder sus concesiones. Yo he sido literalmente pisoteado por décadas, por tratar de hablar con honestidad.


La última tentativa de silenciar historias (y datos) como la mía viene de Darren E. Sherkat, profesor de sociología de la Universidad del Sur de Illinois en Carbondale, quien le concedió una entrevista a Tom Bartlett de la Crónica de Educación Superior, en la que dijo (y cito) que el estudio de Mark Regnerus era “pura mierda”. El artículo de Bartlett sigue así:


Entre los problemas que identificó Sherkat está la definición en el estudio de “madres lesbianas” y “padres homosexuales” (un aspecto que ha sido el foco de mucha de la crítica pública). Una mujer puede ser identificada como “madre lesbiana” en el estudio si ella ha tenido una relación con otra mujer en cualquier momento después de haber tenido un hijo, independientemente de la brevedad de esa relación y de si las dos mujeres criaron o no al niño como pareja.

Sherkat dijo que ese hecho por sí solo debería haber “descalificado inmediatamente” a dicho estudio de ser considerado para su publicación.

El problema con la descalificación de Sherkat del trabajo de Regnerus es un acertijo multicapas de gallina y huevo. Aunque Sherkat utiliza el término “LGBT” en la misma entrevista con Bartlett, él privilegia a Lesbianas y Gais y discrimina de forma severa a los Bisexuales.


¿De dónde provienen los hijos de padres LGBT? Si los padres son 100% homosexuales o lesbianas, entonces las posibilidades son que los niños fueran concebidos a través de inseminación, útero alquilado, o que hubieran sido adoptados. Sin embargo, tales casos son un porcentaje tan pequeño de padres LGBT, que sería prácticamente imposible hallar a más de media docena en una muestra aleatoria de decenas de miles de adultos.


La mayoría de los padres LGBT son, como yo, y técnicamente como mi madre, “bisexuales” (la B olvidada). Tenemos nuestros hijos porque nos involucramos en relaciones sexuales heterosexuales. Las complicaciones sociales surgen naturalmente si concibes un niño con el sexo opuesto pero aún sientes atracción por el mismo sexo. Sherkat llama a esas complicaciones “descalificables”, como si corrompieran la pureza del modelo de crianza homosexual.


Yo postularía que los niños criados por parejas del mismo sexo naturalmente serán más curiosos y experimentales con la homosexualidad sin estar necesariamente libres de cualquier atracción hacia el sexo opuesto. De ahí que ellos caerán más fácilmente en la categoría bisexual, como me ocurrió a mí (lo que quiere decir que los hijos de padres LGBT, al llegar a ser jóvenes adultos, serán los primeros descalificados por los científicos sociales que actualmente dicen abogar por sus padres).


Quienes son 100% homosexuales quizás ven a los bisexuales con una mezcla de disgusto y envidia. Los padres bisexuales amenazan el núcleo mismo del discurso de la crianza LGBT: tenemos la opción de vivir como gais o heterosexuales, y tenemos que decidir la configuración de género del hogar en el que nuestros hijos crecerán. Mientras algunos homosexuales ven la bisexualidad como una posición facilista, el hecho es que los padres bisexuales llevan una carga mayor sobre sus hombros. A diferencia de los homosexuales, nosotros no podemos minimizar nuestras decisiones como cosas forzadas en nosotros por la naturaleza. No tenemos más opción que asumir la responsabilidad de lo que hacemos como padres, y vivir con la culpa, el remordimiento y la autocrítica por siempre.


Nuestros niños no llegan con inmunidad legal completa. Como hombre, a pesar de ser bisexual, no voy a tirar a la madre de mi hijo como si fuera una incubadora usada. Tuve que ayudar a mi esposa con todas las dificultades del embarazo y la depresión posparto. Cuando ella está luchando con la discriminación contra las madres o las mujeres en un lugar de trabajo sexista, tengo que ser paciente y escuchar. Tengo que atender sus necesidades sexuales. Una vez fui padre, hice a un lado mi pasado homosexual y juré no divorciar nunca a mi esposa ni tomar a otra persona, hombre o mujer, antes de morir. Elegí ese voto a fin de proteger a mi hijo de tener que lidiar con un drama dañino, incluso cuando ya se haya hecho adulto. Cuando eres padre, las cuestiones éticas giran alrededor de tus hijos y haces a un lado tus propios intereses… para siempre.


La evaluación de Sherkat del trabajo de Regnerus muestra una indiferencia total para con la labor emocional y sexual con la que los padres bisexuales contribuyen a sus hijos. Los padres bisexuales deben luchar con sus obligaciones como padres mientras continúan luchando con las tentaciones de entrar en relaciones con el mismo sexo. La turbulencia documentada en el estudio de Mark Regnerus es un testamento de cuán duro es esto. En lugar de amenazante, es un recordatorio de la carga que llevo y un estímulo para que me preocupe primero y principalmente de las necesidades de mis hijos, no de mis deseos sexuales.


El otro problema de gallina y huevo de la desacreditación de Sherkat tiene que ver con la ideología conservadora. Muchos han descartado mi historia con tres simples palabras: “Pero eres conservador.” Sí, lo soy. ¿Cómo llegué a serlo? Me pasé a la derecha porque viví precisamente el tipo de ambiente identitario antinormativo, marginalizado y oprimido que la izquierda celebra: Soy un intelectual bisexual latino criado por una lesbiana, y experimenté la pobreza en el Bronx como adulto joven. Soy lo suficientemente perspicaz para notar que las políticas sociales liberales no ayudan a la gente es esas condiciones. Es especialmente errónea la actitud liberal de que no debemos juzgar en lo relativo al sexo. En el mundo homosexual del Bronx, limpié suficientes apartamentos de hombres que murieron de SIDA para entender que resistirse a la tentación sexual es fundamental para cualquier tipo de sociedad humana. El sexo puede ser dañino no solo debido a las infecciones y enfermedades, sino también porque nos deja vulnerables y hace que nos aferremos a personas que no nos aman, que nos aflijamos por quienes nos abandonan, y que no sepamos cómo escapar de aquellos que nos necesitan pero a quienes no amamos. La izquierda no entiende nada de eso. Es por eso que soy conservador.


Así que sí, soy conservador y apoyo los hallazgos de Regnerus. ¿O acaso los hallazgos de Regnerus reconsideran las cosas que me hicieron conservador en primer lugar? Sherkat debería hallar la respuesta.


Tras haber vivido 41 años como un hombre extraño, me parece trágicamente apropiado que el primer instinto de los expertos y de los activistas homosexuales sea excluir mi perfil de vida como no apto por cualquier “muestra de datos”, o como lo denomina el Dr. Sherkat, “pura mierda”. Así que el juego ha seguido por al menos 25 años. En todo discurso sobre alianzas LGBT, la bisexualidad queda tirada a un lado gracias a expertos como Sherkat. En todas las charlas sobre un movimiento “marica”, los activistas maricas prefieren restringir sus círculos sociales a personas normales profesionales que saben cómo ofrecer fiestas encantadoras, hacer pequeñas conversaciones, y combinar con los muebles Art Deco.

Doy gracias a Mark Regnerus. Lejos de ser “pura mierda”, su trabajo me afirma, porque reconoce lo que el movimiento activista gay ha buscado borrar, o al menos ignorar, tan laboriosamente. Sea que la homosexualidad sea elegida o innata, sea que el matrimonio gay sea legalizado o no, ser extraño es duro, te cobra peaje mental, hace difícil encontrar amigos, interfiere con el crecimiento profesional, y a veces lo lleva a uno cuesta abajo por el camino pantanoso de la automedicación en forma de alcoholismo, drogas, apuestas, comportamiento antisocial y sexo irresponsable. Los hijos de parejas del mismo sexo tienen un camino difícil frente a ellos (yo lo sé porque estuve ahí). La última cosa que deberíamos hacer es hacerlos sentir culpables si sufren estrés o se sienten extraños. Les debemos, al menos, una dosis de honestidad. Gracias, Mark Regnerus, por tomarse el tiempo de escucharlos.

Publicado originalmente por The Witherspoon Institute en agosto de 2012. Traducido por: Said Abdunur Pedraza.
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lunes, 19 de enero de 2015

De Playboy al Islam

DE PLAYBOY AL ISLAM


Por: Said Abdunur Pedraza

La exitosa supermodelo que se atrevió a darle un giro total a su vida


“Hay más en la vida que ser un símbolo sexual.”
Felixia Yeap.





El hambre de más

La resistencia al cambio es una de las fuerzas más poderosas dentro de los seres humanos. Es un sentido natural de protección; las personas procuran aferrarse a lo conocido, lo que les da sensación de seguridad. Sin embargo, lo conocido no necesariamente es algo tangible. La gente se aferra a promesas e ideas que parecen garantizar bienestar, éxito, o simplemente comodidad. Por ejemplo, la idea de que si se obtiene mucho dinero se vive con tranquilidad, o la de que si se obtiene fama se vive con felicidad.


Por otro lado, la resistencia al cambio nos ayuda a mantener tradiciones y costumbres sin las cuales no podría mantenerse el tejido social. Pero también puede llevar al estancamiento de las personas y de la sociedad. Por ejemplo, es uno de los grandes inconvenientes a los que deben enfrentarse las empresas cuando realizan restructuraciones profundas o fusiones. La resistencia de los empleados al cambio puede resultar muy costosa, e incluso puede dar al traste con el proyecto.

Por supuesto, la resistencia al cambio depende del entorno social, del concepto de cambio y del concepto de bienestar, de mejora y de estabilidad. En nuestro entorno actual, cambiar de trabajo o de residencia resulta traumático para mucha gente. Casarse o tener hijos ya no se piensan como procesos o etapas normales en la vida, sino como grandes saltos o incluso errores, que sacan a la gente de su zona de confort y ponen en peligro sus logros académicos, laborales y económicos. Por ello, el matrimonio y los hijos generan pánico en grandes sectores de nuestra sociedad, en lugar de deseo y felicidad, lo que nos diferencia de otras culturas, donde son considerados como algo necesario, deseable e irremplazable.

En nuestra sociedad, cada vez más vacía y monetizada, el bienestar y la estabilidad están asociados al poder y el estatus, que a su vez dependen del éxito, la fama y los bienes que una persona pueda acumular. Y quiero subrayar: que una persona pueda acumular. Nunca pudo, pero tampoco podría. Es decir, esto se plantea en un futuro supuestamente cercano y cierto. Hemos olvidado que el mañana no existe, que nadie tiene la vida garantizada, y vivimos siempre en ese futuro que creemos inmediato y verídico. La estabilidad y el bienestar están siempre un paso delante de nosotros: a la distancia de un clic de ratón, de una tarjeta de crédito, de una pensión, de una firma del banco, de una entrevista de trabajo, de un premio del baloto o de una aparición en un reality. Y subrayo también: están siempre un paso adelante. Si logras dar ese paso, te darás cuenta al instante de que la seguridad, la felicidad, la tranquilidad, están más allá, a unos dólares más, o unos meses más, o un préstamo más, o unas entrevistas más de distancia.

Esto nos ha convertido en una sociedad hambrienta: siempre queremos más, y nuestra hambre está consumiendo por completo al mundo, agotándolo, destruyéndolo, pero no podemos detenernos y tampoco disfrutamos de lo que conseguimos a ese precio tan elevado. Tenemos hambre de más, pero no de más cosas que nutran nuestro espíritu, mejoren nuestra sociedad y protejan el planeta. No, nuestra hambre solo nos genera ansiedad por la constante necesidad de buscar algo que por fin nos llene, depresión porque cada vez que logramos algo descubrimos que no nos llena y que seguimos hambrientos, y una miopía que nos hace creer que nuestra hambre desaforada es algo innato del ser humano y que, por lo tanto, no hay salvación para nuestra especie.

En esta civilización moderna, capitalista, occidental, siempre estamos “a un paso de lograrlo”, y mientras más tiempo transcurre, más larga es nuestra historia de lucha por alcanzar ese “sueño”, así que cambiar el rumbo se nos antoja más absurdo, indeseable, aterrador. Además, nos sentimos cada vez más seguros en lo que hacemos, gracias a la experiencia ganada, y eso nos aumenta el temor a fracasar si intentamos algo nuevo. Y el fracaso es algo imperdonable en nuestra sociedad.

La Dra. Pilar Sordo, psicóloga chilena que se ha hecho famosa porque sus libros se han convertido en éxitos de ventas y sus conferencias siempre convocan grandes cantidades de personas, cuenta la historia de una mujer a la que conoce desde hace más de quince años. Ella siempre decía que sería feliz cuando le saliera el subsidio para comprar vivienda, y cuando lo obtuvo dijo que sería feliz cuando ampliara la casa, y cuando la amplió dijo que sería feliz cuando la amoblara, y cuando la amobló dijo que sería feliz cuando le hiciera el segundo piso, y cuando lo hizo dijo que sería feliz cuando amoblara ese segundo piso, y cuando ya había conseguido todo lo anterior, decidió que sería feliz cuando se cambiara de casa, porque esa ya le había quedado pequeña. Pero entonces, por fin abrió los ojos, y se dio cuenta de que nunca se había sentado un rato en la sala de su propia casa a disfrutarla y decirse: “¡Tengo casa!”

Lo curioso es que, al parecer, esta mujer siempre estaba buscando el cambio, siempre estaba trabajando por más, estaba progresando sin parar. Pero en realidad, se trataba de un cambio externo, de un avance falaz, que en lugar de llenarla le producía cada vez más vacío, le hacía sentir más hambre. Cambiar en su interior le generaba resistencia. Y solo cuando quebrantó esa resistencia, pudo ver más allá y descubrir que la vida no puede centrarse en perseguir permanentemente un objetivo que siempre está a un paso más allá. Esa es la vida del que se esfuerza en llegar al extremo del arcoíris, y no solo jamás lo consigue, sino que gasta tanto tiempo y energía en su empresa, que se olvida de construirse una vida verdadera. El problema es que, mientras más tiempo pasa convenciéndose a sí mismo y tratando de demostrarle al mundo que está avanzando en su propósito, y que indudablemente un día alcanzará su meta, que el final del arcoíris está a su alcance, más difícil se le hará reconocer que ha errado el camino y más fuerte será su resistencia al cambio.

Entonces, ¿cómo podría alguien pensar en dejar atrás el glamour de las pasarelas, la televisión, las portadas de revistas, los vuelos privados, los hoteles de cinco estrellas, los grandes espectáculos y la fama, para iniciar una nueva vida según la cual, sus logros más importantes no han sido más que los ladrillos con que ha ido construyendo su propia condenación? ¿Cómo abandonar una carrera en su mejor momento, para iniciar una vida nueva en la que podría no tener el mismo éxito, tan anhelado y tan difícil de alcanzar?

Pues eso es lo que ha hecho recientemente Felixia Yeap, quien soñó desde niña con ser una supermodelo. Ganó concursos de belleza y programas de reality, y luego apareció semidesnuda en la revista Playboy. Entonces, le llovieron ofertas laborales, acaparó las portadas de las revistas de deportes, su propio club de fans creció a nivel internacional, su nombre se convirtió en sinónimo de belleza y sensualidad, y de repente… Asumió una forma de vida según la cual, toda su carrera y sus logros, por los que se sacrificó y trabajó tan duro, solo la han alejado del buen camino y le han impedido ver la verdadera luz. Acostumbrada a pasearse frente a la gente y las cámaras con ropas que no le cubrían más del 20% del cuerpo, sonriendo con coquetería y adoptando poses sexualmente insinuantes, decidió aceptar una filosofía según la cual, no debe mostrar en público sino su rostro y sus manos, con pudor y recato.

Fue un cambio duro que la obligó a abandonar los trabajos por los que ganó fama y a dejar de lado las ofertas que le hacía el mundo del espectáculo. Esto provocó el rechazo de muchos de sus fans, así como de sus amigos más cercanos y de algunos de sus familiares. Pero no solo eso. Produjo también el rechazo de algunos de los mismos seguidores de su nueva forma de vida, a quienes ahora llama hermanos, y que la han juzgado con severidad por su pasado, que está indeleblemente registrado en entrevistas, artículos, fotografías y videos diseminados en la Web, en multitud de revistas y periódicos tanto digitales como impresos, y en programas de televisión internacionales.

Al saberse la noticia de su cambio, centenares de periódicos impresos y virtuales, blogs, sitios de entretenimiento en Internet y programas de noticias de la farándula, publicaron una oleada de artículos superficiales con imágenes en las que Felixia aparece con su nueva forma de vestir, cubierta de pies a cabeza, al lado de aquellas fotos en las que sus ropas no habían requerido más de un metro de tela, y que servían para realzar más que para cubrir. Y bajo esos artículos y fotos, docenas de desconocidos se han enzarzado en discusiones bizantinas sobre si ella es sincera o no en su transformación, si su intención es buena o mala, si la obligó el novio, si tiene novio o no, y en fin, en términos desobligantes malgastan su tiempo y su energía incomodando a los demás, en un esfuerzo tan absurdo y fútil como el de quien se devana los sesos por determinar la dieta diaria de los unicornios.

El duro camino hacia las pasarelas internacionales

“He estado en yates privados y en helicópteros privados, ¿pero en un avión privado? Aún no.”
Felixia Yeap.

Todos los días, docenas de personas por todo el mundo descubren en el Islam una forma de vida idónea para reconocerse como seres humanos, para mejorar sus vidas, para interrelacionarse mejor con los demás seres vivientes y para construir una sociedad mejor. La mayoría de ellas reconocen en el Islam un completo sistema socio-económico-político-legal-ecologista que presenta las respuestas a los dilemas del mundo moderno, y lo ven como la única alternativa real al actual sistema consumista que devora al planeta y crea a diario más desiertos, más pobres, más suicidas, más tiranos y más adictos. Y entre esas personas, la mayor parte afirma que el Islam es también, sin lugar a dudas, la religión revelada por el Único Dios Verdadero a la humanidad. Muchas de esas personas abrazan el Islam, algunas de ellas afrontando grandes retos y dificultades debido a su cambio de estilo de vida. Sin embargo, otras prefieren no asumir el Islam como su forma de vida, su religión y su ideal de sociedad.

¿Por qué hay gente que, a pesar de su convencimiento, no se decide a abrazar el Islam?

Las respuestas pueden ser variadas, pero por lo general, todo se reduce a una sola cosa: Miedo al cambio. Porque el cambio implica el rechazo de amigos y familiares, la pérdida del trabajo, incluso el distanciamiento de la pareja. El cambio genera mucho miedo. Miedo al qué dirán, a dejar el alcohol, o las drogas, o el sexo extramarital, o la carne de cerdo, o las apuestas, o todo ello junto. Miedo a tener que dejar atrás tantos, tantísimos “logros” acumulados a lo largo de los años, justo ahora, que estás “a un paso” de alcanzar lo que buscas. Quizás la que tienes ahora no es la vida que quieres, pero has luchado mucho por ella y estás cerca, siempre cerca, de convertirla en todo lo que has deseado. O quizás es justo la vida que querías, la que siempre soñaste, y aunque sigues sintiendo que falta algo, en general todo está bien y estás muy cerca de encontrar lo que falta. Buena o mala, es tu historia y te aterra dejarla atrás para comenzar a escribir una nueva, ¡a estas alturas de tu vida!

Pero ese no fue el caso de Felixia Yeap, una muchacha decidida, que desde los 9 años de edad en su Malasia natal, mantenía claro su objetivo: convertirse en supermodelo. Nacida en la capital, Kuala Lumpur, de ascendencia china, su niñez transcurrió en Ipoh, la cuarta ciudad del país, donde estudió en la escuela nacional de señoritas y se graduó como la mejor estudiante en artes. A los 17 años venció la resistencia al cambio y se fue de casa para perseguir la vida del modelaje.

En 2005 se inscribió en el concurso de belleza “Diva Adolescente” y terminó como finalista. En 2006 quedó en segundo lugar en dos concursos de belleza: “Señorita Turismo Malasia” y “Miss Chinese World”. Luego, participó en el reality “Quiero ser modelo”, quedando como finalista.

Era un inicio prometedor, su sueño comenzaba a tomar forma, pero entonces, su vida dio uno de esos giros inesperados y Felixia se vio obligada a dejar de lado su carrera. Su sueño quedaba truncado y se veía en la necesidad de buscar la forma de subsistir. Estuvo trabajando como profesora de prescolar. Fueron tiempos difíciles, en los que llegó a dormir en bodegas de alquiler, pues su salario de maestra apenas le alcanzaba para sobrevivir, pero también fue una época hermosa en la que el contacto con los niños nutrió su espíritu.

Siempre con su objetivo claro en mente, después de dos duros años de incertidumbre, encontró la forma de retomar su carrera. Orgullosa de ser una modelo natural, sin ninguna cirugía ni tratamiento invasivo para embellecer su rostro ni su cuerpo, Felixia retornó al modelaje en 2009 con todo éxito. Quedó como finalista en el concurso de la revista británica para hombres FHM, apareciendo luego en varias de sus portadas a nivel local e internacional. Poco después fue coronada como la modelo del año por la agencia “Velocity Angels”, lo que le valió su aparición en varias portadas de la revista de tecnología “T3”. Ese mismo año, terminó finalista en el concurso “Miss World Malaysia”.

Al año siguiente, 2010, se presentó a “Miss Universe Malaysia”, donde también quedó finalista, y su fama se disparó. Entrevistas en diversos medios, invitaciones a programas de concurso, sesiones de fotografía para revistas y grandes agencias, comerciales de TV… Su fluidez al hablar inglés y su capacidad de entender un poco de francés, español y japonés, le permitieron ampliar sus horizontes.

Su siguiente gran triunfo como modelo profesional fue ganar el concurso Panasonic Lumix Star Of The Year 09/10, convirtiéndose en la primera ‘Embajadora Oficial de Panasonic Lumix para Malasia’. También formó parte de una campaña de liderazgo y motivación realizada por Blackberry. Así, a sus 24 años, Felixia había logrado su sueño: se había convertido en una supermodelo conocida internacionalmente. Pero quería más.

Felixia incluyó en su catálogo sesiones de ropa interior, vestidos de baño, ropa casual, posando con carros deportivos en salones de automóviles, y hasta una transformación en sirena, que realizó para cumplir uno de sus sueños de la infancia.

Fue entonces cuando alcanzó un nuevo pico en su carrera como modelo profesional. En 2011, Felixia fue una de las pocas seleccionadas, entre más de 600 candidatas de todo el mundo, para ser una Conejita Playboy en el único club de la revista de Hugh Hefner en Asia, el Playboy Club Sands, en Macau. Allí trabajó solo un mes, pues según sus propias palabras:

“Nunca tuve la intención de trabajar allí mucho tiempo. Sí, fue divertido y aprendí muchas cosas, pero en mi corazón está el modelaje, no el trabajo en un club.”

Sin embargo, continuó siendo invitada a aparecer en eventos oficiales de Playboy en diferentes partes del mundo.

En 2013 posó para la revista Playboy Filipinas. Apareció en el número de julio-agosto en bikini, pero fiel a su tradición, nunca se desnudó por completo. Lo había logrado; solo dos mujeres malayas en la historia habían aparecido en esta revista antes que ella, y solo ella había trabajado como Conejita.

Ingresó entonces al mundo del deporte, siendo elegida como la “Ring Girl” más sexy del portafolio del “ONE Fighting Championship”, la liga más importante de artes marciales mixtas, cuyos eventos son transmitidos por diversos canales de televisión en toda Asia, Brasil, Canadá, Australia y Reino Unido. Las chicas del ring ya no se limitan a indicar el número del round, recorriendo con sonrisa amplia y vestimenta diminuta el cuadrilátero antes del inicio de cada combate. Ellas son parte fundamental del entretenimiento previo al evento, y aparecen con frecuencia en programas y revistas de deportes.

Esta es, en resumidas cuentas, la historia de cómo Felixia Yeap logró el éxito, se convirtió en supermodelo, viajó a diferentes partes del mundo, y se hizo famosa internacionalmente después de haber tenido que dormir en bodegas.


El hastío de la poetisa

“La forma como te tratas a tí misma establece el estándar para los demás.”
Raisyyah Rania Yeap.

Felixia Yeap, malaya de ascendencia china, supermodelo y Conejita de Playboy, estaba en la cúspide de su carrera. Sus logros se sucedían uno al otro dejándole experiencia, dinero, nuevas propuestas laborales, una hoja de vida impresionante, y por supuesto, hambre de más. Había caído en la trampa de perseguir el arcoíris. Ocho años atrás estaba a un paso de convertirse en modelo profesional. Seis años atrás estaba a un paso de ser reina de belleza. Cuatro años atrás estaba a un paso de ser la bomba sexual más grande de Malasia. Ahora era reconocida en varios países, y luego… A un paso, siempre a un paso. Pero el vacío crecía en su interior, como puede leerse en algunos poemas que publicó en su blog. En febrero de 2013, en uno de los mejores momentos de su carrera, Felixia escribió:

“Amargura es, de hecho, todo lo que siento. […]

¿Qué ha pasado con mi ingenuidad, mi inocencia?
¿Han sido arruinadas por las tonterías de los hombres?

Mi fe en el amor se ha perdido, me temo.
Físicamente viva, emocionalmente muerta…”

El Islam es la religión oficial en Malasia, país que es reconocido entre los musulmanes por ser uno de los mejores ejemplos como comunidad practicante de esta religión. Felixia creció con amigas y compañeras musulmanas, y siempre tuvo interés en sus costumbres y forma de vestir. Pero no tenía religión. Al iniciar su carrera, se aferró simplemente a los consejos maternos, como afirmó en una entrevista:

“En ese momento no era fiel a ninguna religión. Me limitaba a seguir los consejos que me daba mi madre, que consistían en que no me dejara engañar y me abstuviera de consumir alcohol, tabaco y drogas.”

Pero su carrera y los consejos de mamá no fueron suficientes para alimentar su espíritu y desarrollar su moral. Así que buscó ayuda en la religión. En su blog escribió también:

“Asistí a la Iglesia Católica durante dos años. He tratado de comprender el Cristianismo. También intenté adoptar prácticas budistas. Pero mi corazón nunca se sintió cerca de Dios. Mi corazón nunca se sintió tocado.”

Fue entonces cuando se le presentó una oportunidad inusual: la llamaron para la campaña publicitaria de una firma de vestimenta islámica. Era un cambio fuerte en la carrera de una supermodelo, máxime que nunca había pensado en hacerse musulmana. Aceptar ese trabajo era un riesgo enorme, pues podía abrirle otros horizontes laborales, pero también podía lesionar gravemente su imagen como modelo. No era una decisión fácil.

Pero una vez más, Felixia derrotó la resistencia al cambio y apareció luciendo el jiyab o velo islámico, cubierta de pies a cabeza. Sin embargo, la resistencia al cambio presente en los demás se manifestó en coloridos insultos, amalgama de amenazas y maratón de preguntas… Acostumbrados a verla semidesnuda, muchos fans abandonaron su página de Facebook, en rechazo a su cambio de imagen. Como las llamas siguiendo un rastro de pólvora, las voces de protesta se propagaron entre la comunidad islámica, así como entre los medios no musulmanes y el mundo de la moda en Asia: Que la modelo más sensual de Malasia se había convertido al Islam, traicionando a sus fans. Que estaba buscando casarse con un millonario. Que no se había convertido y solo se estaba mofando del jiyab, irrespetando a los musulmanes y a su tradición. Que una “Conejita Playboy” vestida de yilbaba y jiyab era un insulto a la comunidad islámica y una burla a sus valores. Que lo único que buscaba era algo de fama, o que había encontrado novio musulmán que la había obligado a convertirse; y en fin, muchos otros absurdos.

Cansada de tanto sinsentido, publicó en su blog, en diciembre 8 de 2013, un artículo titulado “La verdad detrás de mi jiyab,” donde afirmó que no se había convertido al Islam, que seguía trabajando como modelo y que simplemente quería mejorar su vida. En sus propias palabras:

“Sí, fui una Conejita Playboy […], posé para Playboy Filipinas (pero no desnuda) […], modelo para exhibiciones de carros […], aparecí en portadas de la revista FHM en ediciones locales y extranjeras […], posé en ropa interior, bikini y trajes que no están destinados precisamente a proteger mi modestia. […] He sido categorizada como una de las modelos más ‘sensuales y sexis’ en Malasia… Pero en realidad, todos estos logros me han hecho pensar acerca del valor de la mujer.

Creo que valgo más que simplemente mostrar mi cuerpo. Soy MÁS que esto. Y no me siento orgullosa si alguna aspirante a modelo, buscando atención y fama, me ve como un ídolo o modelo a seguir.

No quiero que me eches la culpa cuando tu carrera se esté acabando y te sientas vacía, usada, perdida y hueca después de todas esas exhibiciones y explotaciones.

Hablando con honestidad, estoy gestionando muy bien mi carrera como modelo, y además tengo un portafolio que incluye exposiciones y reconocimientos internacionales. Pero estoy bajando la marcha, lentamente.

Anhelo más en la vida que esto. SÉ que hay más en la vida que esto. Y, honestamente, nunca estuve buscando fama, dramas, casarme con un tipo rico y hacer alarde de mi riqueza… NO.

Simplemente, me apasiona posar frente a las cámaras.

Sí, lo admito, me encantan los bolsos, los autos y las joyas, pero no pido mucho y me conformo con mi bolso Chanel comprado de segunda y el auto usado que he logrado comprar con mis ahorros.

Y debido a mi carrera, los hombres me usaron y jugaron conmigo, pues solo buscaban diversión y no una mujer con la cual casarse. Me derrumbé por momentos y tuve que recogerme a mí misma y levantarme de nuevo.

¿Por qué?  Porque nunca voy buscando diversión cuando me enamoro de alguien. […]

Debido a la forma como siempre soy retratada por cuestiones estrictamente laborales, la gente asume que soy una persona fiestera que bebe, fuma y tiene sexo casual.

Cosa que NO SOY, definitivamente.

Siempre he creído en el final feliz y en el amor verdadero que será mi héroe ‘hasta que la muerte nos separe’, un protector, un guía, un gran padre para mi futuro hijo, un esposo para un matrimonio cariñoso y hermoso. […]

Era ingenua, y desafortunadamente, lo sigo siendo.

Entonces, comencé a buscar algo más profundo… Una religión, Dios, una mejor forma de vivir la vida.

Quería cubrirme más, ser respetada y reconocida por lo que soy en mi interior, no por cuánta piel muestro en público.

Me enamoré de la vestimenta islámica malaya tradicional porque son ropas muy cómodas de vestir. La primera vez que utilicé un jiyab en mi vida fue para un canal local de televisión; entonces me miré a mí misma y me sentí liberada… me sentí muy feliz y protegida, me sentí segura.

Estuve a punto de llorar cuando me miré al espejo con ese pequeño jiyab muy azul… Me sentí especial y valiosa.”

Así fue como la primera Conejita Playboy de Malasia, se convirtió en la primera mujer malaya no musulmana que decidió dejar de modelar semidesnuda para cubrirse por completo al estilo islámico.

Luego de su experiencia vistiendo jiyab, Felixia estuvo modelando para un show de modas de una boutique islámica, durante la celebración del Id ul Fíter (la festividad del desayuno, al terminar el ayuno de Ramadán), y se sintió muy feliz de estar cubierta de pies a cabeza. Se dio cuenta de que eso era lo que deseaba.

Por ello, decidió conocer más sobre el Islam y así descubrió su belleza, su sencillez y su efectividad como guía de vida. Esto hizo que algunos enemigos del Islam la insultaran y la acusaran de apoyar una “religión de terroristas” y de querer convertirse en terrorista ella también. La llamaron “estúpida” por estudiar una religión que, según ellos, “denigra a la mujer y la trata como mero objeto”, lo cual resulta irónico, porque ella estaba escapando, precisamente, de un modo de vida que la veía como mero objeto. Al respecto, escribió:

“Como a cualquier ser humano, me gustan las cosas bellas de la vida. Y si una religión puede mostrarme la belleza de la vida y de vivir, ¿por qué no he de intentar entenderla? ¿Por qué detestarla solo porque unos pocos racistas confundidos y extremistas tratan de retorcer las cosas? ¿Acaso ellos están en la religión, para empezar? ¿Tienen acaso la autoridad y el derecho para juzgar a los demás? Pues no, a menos que sean dioses, cosa que no creo, basada en la forma en que maldicen, insultan y se comportan. En realidad, ellos hacen más bella y pacífica la religión que estoy tratando de aprender. Y me da tristeza por lo que sus religiones les han enseñado.
Por otro lado, estoy feliz de ser capaz de enseñar e inspirar a la gente, hacer que se autoanalicen y recuerden sus propias religiones… Al menos, en el camino de aprender algo bueno y ser una mejor persona, también he hecho algo realmente bueno para la sociedad. […]
Muy atrás han quedado los días en que estaba teñida de rubia, siempre con aspecto sexy y salvaje, tratando de ser parte del mundo del modelaje. Esa nunca fue la persona que soy. Esa solo era yo corriendo perdida y buscando estar con la gente equivocada.”

Sin embargo, hasta este punto Felixia solo era otra de muchas personas que descubren que el Islam es una hermosa forma de vida que dignifica al ser humano y le da pautas para construir su ser, su vida y su sociedad de la mejor forma, pero que a pesar de ello, no se deciden a hacerse musulmanas.

Borrón y cuenta nueva

“La vida se trata de vivir, no solo de la mera supervivencia.”
Felixia Yeap.

Felixia Yeap estuvo estudiando el Islam por algo más de siete meses, en los que se encontró en el dilema de llevar una existencia doble. Mientras buscaba cambiar el rumbo de su vida, seguía trabajando como modelo profesional ligera de ropas, pues ese era el medio de sustento suyo y de su familia. Además, debía cumplir compromisos que había establecido desde tiempo atrás, y como mujer seria y profesional, debía finalizar todos los trabajos que ya había acordado en su calidad de top model y de única Conejita Playboy oficial en Malasia.

Modesta y vestida de pies a cabeza en casa, atrevida y semidesnuda en el trabajo… Y mientras tanto, no paraban las críticas. Fueron tiempos difíciles y confusos. Fue entonces cuando escribió:

“[…] El camino que tomo, ¿a dónde me lleva? Me pregunto una y otra vez: ¿Mi corazón está en peligro? En mis oraciones pido: No dejes que sufra dolor.”

Su resistencia al cambio quería fortalecerse, alimentada por la resistencia al cambio que mostraban los demás a su alrededor. En una entrevista que concedió a “The Malasyan Insider” en diciembre de 2013, Felixia afirmó que siempre había querido ponerse un jiyab, y que no culpaba a la gente que había reaccionado mal ante su nueva forma de vestir, pues:

“…la gente que no me conoce y que no lee lo que escribo, va a confundirse. Quiero decirle a la gente: Si puedo dejar de ser sexy, cubrirme, ser una mejor persona, una mujer respetable, ¿por qué no pueden entender la historia y la moraleja detrás de ello? Dejen que sea una historia que inspire a la gente.”

Enfatizó que no se vestía así de manera irrespetuosa, y que el trabajo de modelaje que hacía para boutiques islámicas, lo hacía con mucha sinceridad y buenas intenciones.

“La gente no te mira por el tamaño de tus senos ni por la forma de tu cuerpo, sino por tu inteligencia y tu carácter. No niego que recientemente he llorado después de muchos trabajos de modelaje. Me gusta cubrirme, así que cuando tengo que satisfacer las demandas de mi trabajo que me obligan a ser sexy, me siento explotada. […] Quiero ser una mejor mujer y una mejor persona.”

Pero por fin, en medio del revuelo, del apoyo de unos, el escepticismo de otros y el rechazo de algunos pocos, la luz de la revelación divina llenó el vacío de Felixia Yeap, y el gran regalo de Dios, el Islam, entró de lleno en su corazón y su mente. Las dudas se disiparon y el 5 de Ramadán de 1435 (2 de julio de 2014), en una mezquita de su natal Kuala Lumpur, dio testimonio de fe (chajada) convirtiéndose en musulmana. Ese mismo día cumplió 28 años de edad. Dejó el nombre Felixia, que había tomado debido a su amor por los gatos, y adoptó el nombre de Raisiyyah Rania Yeap. Hizo el anuncio oficial de su conversión en su blog y en su página de Facebook, donde aún tiene más de 900.000 seguidores, y el 5 de julio abrió una nueva página con su nombre islámico, donde se presenta a sí misma como “una musulmana china-malaya”, y donde cuenta ya con más de 310.000 seguidores. Frente a las críticas, se ha levantado un muro de protección, fabricado con frases alentadoras, felicitaciones, voces de apoyo, tanto en persona como a través de Facebook, Twitter y su blog personal. Y como columna principal, la sonrisa de su madre, quien se encuentra muy contenta al ver lo positivo de su cambio.

Cambió de trabajo, de religión, de nombre, de forma de vida. Un cambio tan radical que puede aterrar a cualquier persona. Raisiyyah Rania no fue la excepción, ella también ha sentido el miedo y la resistencia al cambio, ha pasado noches en vela llena de dudas y lágrimas, ha recibido críticas y ataques, pero se ha mantenido firme a pesar de todo. Ha estudiado, analizado y tomado una decisión informada y seria, y ha seguido también a su corazón. Al final, ha abrazado el Islam y lo ha descrito como su renacimiento.

“…Me tomó casi una década decidirme finalmente a buscar e insistir en cubrir mi aura, incluyendo mi cabello. En el momento en que subí mi primera foto en Facebook y en mi blog vistiendo jiyab hace unos meses, supe que estaba encausando mi vida por un mejor camino. Estoy recuperando la dignidad que había sacrificado en mi trabajo, como mujer respetable que no es solo otra cara bonita con un cuerpo excitante. Hallé mi paz.

Estoy mucho mejor ahora y me siento más en paz cada vez que cubro mi aura y me pongo mi jiyab. Creo que eso es lo que importa.”

Raisiyyah Rania Yeap ha pasado por muchas etapas y muchos altibajos. Y ahora, después de tantos años, dolores, sacrificios, giros y esfuerzo, está apenas empezando. Está recién nacida. Atendió el llamado que le hizo su Creador y no dejó pasar la oportunidad que el Clemente le extendió.

La resistencia al cambio es una de las fuerzas más poderosas dentro de los seres humanos, pero también tenemos la capacidad de razonar y tomar decisiones. El abogado, historiador y escritor Douglas K. Smith, afirmó en su libro “Haciéndose cargo del cambio”:

“…la ignorancia sobre la íntima naturaleza de nuestra resistencia a cambiar es lo que mata el cambio, y no la resistencia en sí misma...”

En otras palabras, si bien la resistencia al cambio es algo natural, el ser humano es capaz de descubrir y entender la naturaleza de dicha resistencia, y decidir superarla cuando así lo desee. Solo así puede sobrevivir con éxito en un mundo siempre cambiante.

Esa capacidad de superar el temor al cambio es lo que separa a personas como Raisiyyah Rania Yeap, quien abandonó una vida de éxito material y vacío espiritual para dedicarse a complacer al Creador, de personas que reconocen en el Islam la verdad revelada por Dios a la humanidad, que admiran a los musulmanes y afirman sin rubores que Mujámmad (Dios lo bendiga) fue sin duda un profeta enviado por el Uno, pero se aferran a sus vidas, a sus “logros”, y se niegan a dar el paso hacia el cambio. En aras de mantenerse dentro de su zona de confort, pierden la oportunidad de entrar a formar parte de los siervos y protegidos de Dios.

Dios ha dado Su palabra: no importa lo que hayas hecho en tu vida, si abrazas el Islam con convicción y sinceridad, en el momento de hacer tu declaración de fe todos tus errores y pecados quedan borrados y comienzas una vida nueva. Borrón y cuenta nueva. Por eso decimos con certeza, no en un sentido metafórico sino espiritualmente real, que Raisiyyah está recién nacida, dando sus primeros pasos en el aprendizaje y la puesta en práctica de su nueva forma de vida. Ella ha cambiado la mentalidad de “quiero hacer lo que me plazca” por la de “quiero hacer lo que Dios manda”. Que el Todopoderoso la guíe siempre a ella y a todas las personas que, como ella, deciden seguir el camino trazado por los profetas, el camino que Dios les facilita a quienes buscan acercarse a Él.

Para terminar, traduzco a continuación las palabras de Raisiyyah publicadas en su nueva página de Facebook el 19 de agosto de 2014, que espero sean de inspiración para mucha gente:

“El Islam me ha enseñado definitivamente a aprender a amarme y aceptarme de las formas más naturales. En mi trabajo anterior como modelo (antes del Islam) vi a demasiadas muchachas optar por cirugías plásticas, muchas de ellas esforzándose mucho por parecerse a otra persona o para verse como una muñeca, ellas rechazan sus propias características faciales y no pueden ver la belleza natural de su rostro y de su cuerpo.

Esa es una de las razones por las que no quise cortar mi cara para verme como el ejemplo perfecto de mujer que la sociedad espera de nosotras las modelos. No quería ser un modelo a imitar para otras muchachas, con un rostro artificial.

Y decidí cubrirme y ponerme jiyab porque pienso que he pecado bastante cuando veo entrar en escena a nuevas modelos que dicen querer ser como yo. Eso fue lo que me hizo dar cuenta de cuán irresponsable he sido, no solo conmigo misma como mujer, sino con otras mujeres jóvenes también.

Y desde que me revertí al Islam, tener que rezar cinco veces al día me ha obligado a reducir mi maquillaje para ahorrar tiempo... y al principio creí que iba a verme fea por llevar poco o ningún maquillaje. Mi autoestima dependía tanto del maquillaje, que una vez juré que no saldría sin maquillaje ni siquiera a comprar comida en la esquina. Ese era mi yo anterior.

Pero ahora... me quito el maquillaje cada vez que hago la ablución ritual... y cuando me miro al espejo, no podría estar menos agradecida.

Doy gracias a Al‑lah todos los días.

Aljamdulil-lah (todas las alabanzas son para Dios).

Al menos, ya no estoy enviando el mensaje equivocado.”

Que Al-lah (Dios Todopoderoso) nos dé Su luz, nos guíe siempre, y nos dé la fortaleza para seguir el camino correcto. Amín


Posdata: Si quieres conocer más acerca de esta forma de vida y profundizar en su belleza y sabiduría, puedes ingresar a www.facebook.com/IslamReligionES y hacer tus preguntas por Messenger, te responderán expertos. También puedes descargar libros islámicos completamente gratis en la sección de recursos gratuitos de www.editorialmaktaba.com. Y no temas al cambio. Cambiar para mejorar es un riesgo que vale la pena correr. Cambiar para agradar a Dios es un cambio que tiene sus recompensas garantizadas. No es fácil, pero las cosas realmente buenas nunca lo son.

Este artículo puede ser descargado en PDF en www.academia.edu/29689685/De_Playboy_al_Islam



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