COLOMBIA ALCOHÓLICA
Por: Arturo Argüello
INTRODUCCIÓN
Algunas personas consideran exagerada o extremista la prohibición total de la producción, comercialización y consumo de alcohol que hace el Islam. Sin embargo, la realidad es que las sociedades actuales sufren graves males por causa del alcohol, entre ellos familias destruidas, vidas perdidas, heridas graves, accidentes de todo tipo, riñas, gastos en servicios de salud y en programas de rehabilitación, etc, y ninguna medida adoptada ha logrado mejorar ese panorama. El siguiente artículo habla de la necesidad de reconocer el problema para poder hallarle solución.
Los seres humanos en general y los colombianos, en particular, somos
más estúpidos de lo que nos imaginamos. Se desató otra vez el debate, el
mismo que he oído desde quién sabe hace cuánto tiempo, sobre los ebrios
al volante. Los argumentos para combatir este problema van y vienen, se
repiten, se citan nuevamente y hablan los mismos pocos expertos que
tiene el país en el tema. Al final, no pasa nada, no se toma ninguna
acción y nunca se afronta el verdadero problema.
Hay que dar un debate real, abierto, y tratar al alcohol como lo que
es: una sustancia psicoactiva que altera el estado de conciencia al
igual que esas otras que, con nuestra doble moral de godos irreflexivos,
señalamos aterrados y criticamos y pedimos que jamás se legalicen
mientras brindamos con una copita de vino.
Desde el punto de vista médico, el alcohol no es diferente a la
marihuana, la cocaína, los hongos, el ácido, etcétera. Sí es cierto que
los efectos varían enormemente de una sustancia a otra, pero al final,
el resultado, es que todas alteran la conciencia. La única diferencia
entre el alcohol y las otras sustancias que se clasifican de la misma
forma, es que este es socialmente aceptado, de venta libre y nos parece
muy normal que todos lo consuman.
Colombia no solo es el tercer país de la región que más alcohol
consume, sino que en un estudio realizado el año pasado, se encontró que
un 40% de adolescentes entre 11 y 18 años aseguró haberlo consumido en
el último mes, siendo mayor la tendencia en escolares de último año de
colegios privados. Por eso no es extraño ver imágenes de un Audi A4
conducido por un adulto muy joven, pero adulto al fin y al cabo, que
mató a dos personas y dejó parapléjico a un tercero, porque los papás le
prestaron el carro para que el muy inconsciente saliera a manejar con
unos traguitos de más. Por eso tampoco es infrecuente escuchar a un papá
decir que es importante enseñarle a su hijo de catorce o quince a
tomar. “Si va a tomar, prefiero que lo haga acá, en mi casa, a mi lado”.
¡Insensato! Me gustaría verlo enseñándole también a fumarse un porro o a
meterse una línea o a inyectarse heroína, finalmente, los efectos
nocivos del alcohol pueden llegar a ser peores, incluso, que los de la
marihuana.
Y que no salgan los puristas a acusarme como defensor de las drogas
ilícitas, lo que quiero decir es que si se va a dar un debate tenemos
que dejar esa moral blandengue, aceptar la realidad y llamar a las cosas
por su nombre.
Colombia, así las industrias de licores utilicen toda la publicidad
del caso para ocultarlo, padece de un muy grave caso de adicción a una
sustancia psicoactiva; el país, la sociedad, se ha vuelto tolerante a
ella, la acepta como parte de su día a día, facilita completamente el
acceso, su venta y su compra; permite que los productores financien
gobernantes, deportistas, fiestas empresariales, tiendas, etcétera. En
los pueblos el plan de domingo es consumirla y consumirla, mientras que
en las ciudades no se concibe una fiesta, la alegría, una celebración,
sin esta sustancia.
Consúmalo con moderación, dice la publicidad. Fume marihuana de
manera responsable; si se va a meter un pase, no maneje; entregue las
llaves antes de inyectarse. Estúpida moral colombiana. Si van a hablar
de alcohol, no pueden hacer a un lado la naturaleza de esta sustancia.
Si esta es legal, ¿por qué las demás no?
El alcohol, después de la guerra, es la peor desgracia de este país,
simplemente porque es una droga que ha deformado y deteriorado la forma
como nos relacionamos y todos la aceptamos y la consumimos y somos
esclavos de ella y nos parece perfectamente normal. Lo peor, es que no
nos damos cuenta ni nos preguntamos por qué a esta sustancia que altera
la conciencia la tratamos de forma diferente si, a fin de cuentas, es
igual que las otras contra las que tanto hemos luchado. Basta ya de esa
doble moral. Si se va a dar un debate, entonces clasifiquen y refiéranse
al alcohol como lo que es, una sustancia psicoactiva como la cocaína,
la heroína y la marihuana.
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